Bosques al servicio del desarrollo económico

Por Mildred Rivera Marrero / [email protected]

¿Qué tiene Puerto Rico en común con las provincias españolas de Burgos y Soria, o con el Estado de Minas Gerais, en Brasil?

Alguien podría pensar que tener atletas participando en las Olimpiadas de Londres 2012.

Sin embargo, es más que eso. Comparten la voluntad de convertir algunos de sus bosques en algo más que un bosque. Quieren proteger esas tierras pero, al mismo tiempo, quieren utilizarlas como herramienta para el desarrollo económico, contando con las comunidades aledañas como actores principales de ese crecimiento, mediante la educación y la toma de decisiones sobre el uso que le darán a las tierras.

En el ámbito mundial existen 58 bosques de ese tipo. De esos, entre España y Latinoamérica hay 28. Estos últimos se han unido en la Red Iberoamericana de Bosques Modelo, a la que Puerto Rico entró en el 2010 con la designación del Bosque Modelo de Tierras Adjuntas, liderado por la organización Casa Pueblo. El área designada toca 10 municipios e integra los bosques Guilarte, Olimpia, del Pueblo, Tres Picachos y Toro Negro, junto con las tierras que están entre ellos. Son 36,848 cuerdas de terreno en total.

Casa Pueblo tiene una larga trayectoria de proteger la integridad de los recursos naturales del país, desde la oposición a la explotación minera en la región montañosa en los 80, hasta la reciente lucha contra el Gasoducto. Pero ha evolucionado hasta convertirse en un centro educativo y cultural, promotor de cambios sociales y del fortalecimiento de las comunidades. Y esos propósitos también son parte de los fines que promueve el concepto de Bosques Modelo a nivel mundial.

Alexis Massol, cofundador de Casa Pueblo, explica que, para integrar las comunidades al desarrollo del Bosque Modelo de Tierras Adjuntas, tienen una especie de plan piloto sobre el manejo de los bosques y sus tierras aledañas en Adjuntas, para luego extenderlo a los demás municipios. Además de proteger el suelo, proteger los cuerpos de agua es importante, ya que en esa zona nacen algunos de los ríos más importantes, como el Río Grande de Arecibo, que abastece no solo esa región sino a parte del área metropolitana a través del superacueducto.

Con voz y voto el agricultor

Para lograr su fin han comenzado a integrar a los agricultores, visitando las fincas con peritos que los orientan sobre las mejores técnicas agrícolas. También desarrollaron y distribuyeron un plaguicida ecológico contra la plaga de la broca en el café, organizan mercados agrícolas para que los agricultores vendan sus productos y se les da espacio en los programas de la emisora Radio Casa Pueblo para que expongan sus problemas, entre otras iniciativas.

“Eso viabiliza el manejo (de los terrenos) porque para hacerlo tienes que tener la confianza de todos. Estamos en la primera etapa del manejo y estamos descubriendo qué hacer y cómo. Es un proceso lento. La gente siente que son parte. No impones. El agricultor es protagonista. Hacemos brigadas con estudiantes para recoger café. Se crea una relación simbiótica. Cuando ha habido problemas de erosión y sedimentación de los ríos y lagos un agrónomo nuestro ha ido a orientarlos sobre sembrar en las orillas de los cuerpos de agua”, afirma el ingeniero civil.

Esa relación de colaboración fue la que quiso promover el Servicio Forestal de Canadá en los 80 para resolver los conflictos entre las compañías forestales y las tierras indígenas. En la Cumbre de la Tierra Eco 92, Canadá presentó ese modelo a otros países. Desde entonces se ha creado una organización internacional y cinco a nivel regional, entre ellas la Red Iberoamericana de Bosques Modelos.

Mercado de solidaridad

Ronnie de Camino Velozo, presidente de esa organización, señala que más que un bosque, el concepto que impulsa su organización es “un proceso social. Es un largo proceso hacia el desarrollo humano sostenible”. Para obtener la designación de bosques modelo, hay que cumplir con seis requisitos, el primero de los cuales es la participación de todos los sectores sociales en las decisiones sobre el manejo del área y el establecimiento de prioridades. Asimismo, debe haber intercambio de conocimiento con otros bosques modelo.

“Es un gran mercado de solidaridad en el mundo”, declara De Camino a El Nuevo Día. Agrega que una región puede ayudar a otra a solucionar problemas que ya ha enfrentado.

Indica que Estados Unidos no tiene ningún bosque modelo. “Hemos hecho unos primeros contactos y hay interés en California de formar el primero”.

Como ejemplos concretos de los resultados logrados en algunos bosques, De Camino menciona el de Araucarias del Alto Malleco, en Chile, que tiene comunidades indígenas que viven aledañas, y donde han desarrollado una producción artesanal y turismo ecológico en torno a los recursos del lugar.

Mientras en Costa Rica, en Chorotega, donde hubo una deforestación de cerca del 70% del territorio, la comunidad logró recuperar el 50% de cobertura forestal en un plazo de 20 años. Una de las iniciativas, dice, fue que cada agricultor puso dinero de su bolsillo para comprar tierras cerca del río para proteger la producción de agua.

“Subieron del lugar 44 al número 12 en el mejoramiento de desarrollo humano -que es un parámetro de las Na ciones Unidas, que mide ingreso per cápita, distribución de ese ingreso, salud y educación”, sostiene De Camino.

Sobre la aportación que hacen todos esos bosques de la Red Iberoamericana, De Camino indica que una de sus metas es establecer métricas a nivel de región. “Estamos viendo más el consolidar la participación en los territorios. Aprobamos criterios de indicadores para ver qué tanto están cumpliendo con los indicadores y ver cómo vamos avanzando con cada bosque modelo”, dice.

En Adjuntas “nos faltan muchas alianzas con la academia, con la empresa privada y con el gobierno. Eso nos va a permitir el avance”, sostiene Massol.

Una fábrica natural

Edgardo González González, miembro del Comité Científico de Casa Pueblo y quien representa a esa organización en la Red Iberoamericana, afirma que en Adjuntas “estamos tratando de verlo como una gran fábrica de productos y servicios ambientales, de agua, aire y recreación. Hay diferentes formas de ver esa área y hay que cambiar la mentalidad. El bosque hay que utilizarlo al tiempo que se cuida”.

Explica que si logran manejos de conservación más adecuados con los dueños de terrenos de las partes más alta de esa región, donde nacen los ríos, la calidad del agua que baja será mejor y, entre otras, cosas el gobierno tiene que usar menos químicos para purificarla y eso representa ahorros.

“Ese dinero que se ahorra Acueductos y Alcantarillados debe revertir a lo dueños de terrenos y ahí comienza el pago por servicios ambientales. Lo que hace la gente es hacer un producto. Se puede cuantificar. Eso lo hacen en Costa Rica”, propone González, exdirector del Servicio Forestal.

El agua que se genera en el área también es el centro de otro proyecto futuro para contabilizar el beneficio económico que representa para el país esa producción hídrica y poner en un mapa qué municipios se suplen de ahí. También quien contabilizar el impacto económico de los visitantes de la región. A Casa Pueblo solamente llegan cerca de 500 visitantes semanalmente.

González anticipa que tratarán de integrar instituciones como las iglesias o grupos como los niños escucha para que colaboren en las siembras, tomando datos ambientales como la precipitación pluvial, y observando e identificando aves, entre otras actividades.

Asimismo, están tratando de establecer relaciones con las agencias públicas así como con las oficinas de ordenamiento territorial de los municipios donde ubica el Bosque Modelo para coordinar un trabajo colaborativo.