Desigualdad económica

Por: Ibrahim Pérez

¿Por qué existen diferencias tan marcadas entre los países democráticos más ricos y desarrollados del mundo en la prevalencia de los males medico-sociales? ¿No se supone que su riqueza los conduzca hacia altos niveles de salud, educación y estabilidad social? No necesariamente.

El secreto es que no existe en esas sociedades una distribución equitativa de la riqueza entre sus habitantes. Mientras unos tienen mucho, otros tienen poco. Desde tiempos antiguos, esa ancha brecha entre ricos y pobres ha sido divisiva y corrosiva, ha destruido imperios y reinos, ha provocado revoluciones.

Las consecuencias de esa desigualdad pueden ser devastadoras para cualquier sociedad: desórdenes mentales, homicidios, maltrato infantil, drogadicción, embarazos en adolescentes, obesidad, deserción escolar, suicidios, corrupción, violencia doméstica… Evidencia científica confirmatoria de ello está publicada en el libro “The Spirit Level” por Wilkinson y Pickett.

Las consecuencias son peores en países donde ricos y pobres están muy separados, como ocurre en Estados Unidos, Puerto Rico y el Reino Unido. Y aunque la desigualdad económica afecta a todas las clases sociales, es más severa en los más pobres. Países con menor desigualdad como Japón, Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca, presentan una calidad de vida superior y más igualitaria, y una prevalencia menor de males medico-sociales. En dichos países, los habitantes que componen el 20% más rico de la población no sobrepasan por más de cinco veces en ingresos al 20% más pobre.

Mientras en Puerto Rico y Estados Unidos no cerremos la brecha entre ricos y pobres, el sueño que todos anhelamos y buscamos no será alcanzable para un gran segmento de nuestra gente. Algunos salimos a buscarlo en Estados Unidos, sin percatarnos de que allá tampoco se consigue fácilmente. El epidemiólogo Richard Wilkinson, coautor del excelente libro mencionado, sugirió en su reciente videocharla por www.ted.com que la mejor manera de alcanzar el sueño americano es “mudándose a Dinamarca”.

La desigualdad económica es la principal causante de la descomposición psicosocial que está destruyendo a las familias puertorriqueñas. Nuestra unidad de propósito como pueblo es esencial para reconstruir nuestro tan lacerado tejido moral y social, para que podamos enderezar nuestro equivocado rumbo como sociedad, para que podamos recuperar la sana convivencia y aspirar a dejarle a nuestras próximas generaciones un Puerto Rico mejor.