Entre la Seguridad y la Educación (Por: Ana Castillo Muñoz)

Entre las tantas cosas que los candidatos electos y aspirantes debe atender, y que aquejan a la juventud está la violencia y la educación.

Ciertamente nos inquieta y preocupa la seguridad de los ciudadanos, la falta de respeto y tolerancia que hay hacia la vida ajena. En estos últimos tiempos los asesinatos, los “carjacking”, la violencia, los femicidios, visiblemente y sin duda alguna han ido en aumento.

Más que ser un problema que afecta a un solo sector, -los jóvenes- las fruslerías que tenemos como planes de seguridad siguen demostrando que no sirven, que los que velan por la seguridad colectiva no están capacitados del todo para frenar o minimizar la violencia. También hay que reconocer que la delincuencia no se trabaja desde la cúspide en asientos de cuero, ni muchos menos desde un IPad. Para resolver los problemas de inseguridad en las calles, además de readiestrar a los cuerpos que se encargan de la misma, hay que evaluar lo que tenemos y con lo que contamos. La violencia no se merma con los famosos “golpes al punto”. Disminuye con trabajo, con oportunidades de empleo.

Los asesinatos aquí ascendieron desde que 30,000 empleados públicos fueron retirados de sus puestos, eso no es nuevo, pero echarle la culpa a otras administraciones o hacerse de la vista larga, sí es un problema, y serio.

La violencia no comienza ni termina en el punto. Para minimizar la violencia se tiene que trabajar con los valores. Pero no con campañas que fomenten valores individuales. “Tus valores cuentan” no es la solución a los problemas.

Basta de inculcarle a la gente pensamientos individualistas, de llenarle la cabeza de frases trilladas, de convertirlos en marionetas sin cerebro.

En cuanto a la falta de cerebro, para que un pueblo tome decisiones sensatas tiene que estar educado.

Para trabajar con la educación, principalmente hay que lograr que el Departamento deje de ser un juguete del Estado.

Separar ambos debería considerarse, colocar un secretario por más de cuatro años y que no se parcialice con ninguno de los partidos, debe ser prioridad. Lograr una educación libre, justa e independiente, sin duda haría de Puerto Rico un mejor país. Un país educado es un país que prospera.

Los candidatos deben entender que ellos están ahí en representación de un pueblo. Pero el país tiene que asumir la postura que le pertenece: si hay algo que entorpece el crecimiento y no contribuye al mejoramiento colectivo, se quita del camino.