Seguridad en la Puerta de al Lado

Por: Laura Sánchez

Mientras aumenta la preocupación por los robos y asaltos en el recinto más privado de cada uno, la casa, acercarse a los vecinos y conocer su comunidad puede ayudarlo a propiciar un ambiente más seguro.

Esa fue la experiencia de Migdalia Betancourt, una líder comunitaria que ha vivido en varios residenciales de Río Piedras y que recuerda con especial cariño los casi 20 años que pasó en La Rosa, donde todavía hoy, cuando visita, los vecinos la saludan como si fuera familia.

Allí, recuerda Betancourt, cuando llegaba un vecino nuevo los residentes lo hacían sentirse como en su casa, conscientes de que así ayudaban al recién llegado de la misma manera en que se ayudaban ellos, pues conocerlo servía para mantener la sensación de seguridad.

“Cuando se vaciaba un apartamento, yo iba (al Departamento de la) Vivienda con el grupo de mi junta (de vecinos) para ver los candidatos… Y, después de que ya sabíamos que la persona venía, le hacíamos como un recibimiento, nos presentábamos, le decíamos todas las facilidades que había”, dijo.

Según Betancourt, además de ese trato inicial, lo que mantenía el buen ambiente en su comunidad eran las múltiples actividades de confraternización que organizaban. Con ellas, conseguían que los vecinos se conocieran y supieran de las necesidades de cada uno.

Ese es precisamente el consejo del profesor de Justicia Criminal José Raúl Cepeda, quien aseguró que las fiestas navideñas y en otras ocasiones especiales, además de traer diversión a los vecinos, posibilitan que se conozcan, lo que eventualmente podría servir para prevenir que algún intruso irrumpa en la comunidad.

“Hay que saber quién es quién en el vecindario, quién es la viejita que vive sola, quién es el que vive con hijos chiquitos, quién con adolescentes… (porque), en la medida en que no conocemos nuestros vecinos, es más fácil sentir miedo porque no sabemos quién es quién”, dijo.

Cepeda recordó que, antaño, los vecinos eran casi como familia y a nadie le preocupaba que quien viviera en la casa de al lado supiera de sus andanzas, justo porque se entendía como una garantía de seguridad y también de solidaridad.

“En mi urbanización, toda la gente de mi tramo de la calle… se conocía y se conocía al extremo de que, si escalaban a uno y el otro se daba cuenta, los vecinos salían y llamaban a la Policía”, relató.

“Ahora… no conoces a los vecinos, no hay esa interacción, y pues la gente simplemente ve a alguien con un camión sacando las cosas, pero, como yo no sé si es que te estás mudando, no digo nada”, agregó.

Betancourt destacó que, según su experiencia, lo que más funcionaba en ese esfuerzo por mantener un ambiente comunitario y solidario era el respeto mutuo.

Según la líder vecinal, aun cuando debían llamar la atención de algún residente o señalar un comportamiento que alteraba la paz del residencial, esos acercamientos se hacían siempre de manera educada y digna.

“La clave era siempre estar disponible para dar un servicio. Si le puedes hacer un favor a los vecinos… Yo siempre le tenía algo a los viejitos, a los nenes, y siempre con respeto”, indicó.

 

Tomado de: El Nuevo Día (6 de mayo de 2012)