Economía pintada de azul

Un empresario holandés ideó un modelo con la gente como prioridad

Por Iliana Fuentes Lugo / [email protected]

Así como no todo lo que brilla es oro, no todo lo que es verde ayuda al medioambiente. Esa fue la lección que cambió la vida del empresario holandés Gunter Pauli hace 20 años, cuando esbozó lo que hoy llama economía azul, un modelo de negocios que desarrolla productos baratos, saludables y sustentables.

Antes de esta revelación, Pauli se había convertido en uno de los pioneros mundiales en crear productos biodegradables que, además, tuvieron un gran éxito de ventas. Sus jabones Ecover lograron competir con grandes multinacionales sin usar químicos tóxicos para el medioambiente.

Pero todo cambió tras darse cuenta de que, para obtener la materia prima principal de sus productos -el aceite de palma-, su empresa destruía el bosque tropical de Indonesia y con él el único hábitat de los orangutanes. A eso, le sumó lo mucho que cuestan los productos ecoamigables para los consumidores y se decidió: vendió su parte del negocio y se dedicó por tres años a crear un nuevo modelo económico.

Para conocer las características de la propuesta que Pauli promueve y cómo se diferencia de otras con nombres tan similares como el de la llamada economía verde, El Nuevo Día conversó con este empresario holandés, quien, desde Japón, respondió en español a las preguntas de este diario.

¿Cuáles son las principales diferencias entre la economía azul y la verde?

La innovación es el motor de nuestra economía, la innovación que nos permite adoptar nuevas visiones y generar empleos. En la economía tradicional verde, roja o como se llame, esto no es factible porque pensamos que la innovación es eliminar el empleo. Nosotros necesitamos tener una sostenibilidad que al mismo tiempo sea social. Es decir, que la gran diferencia es que buscamos innovaciones que sean capaces de crear empleos y por eso no depende de subsidios. Nosotros, para poder realizar eso, necesitamos lo que llamamos múltiples beneficios, múltiples ingresos… Pero, en segundo lugar, tenemos que simplificar las cosas. Nosotros estamos utilizando demasiadas cosas. Por ejemplo, la batería del celular no la necesitamos. Solo con el calor de nuestro cuerpo y solo con la presión de nuestra voz, tenemos una doble energía que nuestro celular puede operar para siempre sin batería y sin cargar.

Usted menciona ejemplos sencillos sobre cómo reusar productos para generar nuevas formas de negocio. ¿Pero por qué esa práctica no ha tomado auge?

Nosotros tenemos una miopía…, la miopía es solamente enfocarnos en un negocio y la misma empresa no es capaz de darle el valor agregado a su producción porque no es parte de su negocio. Es decir, para poder lograr realmente llevar a gran escala la economía azul, hay que cambiar el modelo de negocio. El modelo de hoy es enfocarse en un producto, el modelo de mañana es hacer una cascada de productos.

¿Cuántos proyectos basados en economía azul están activos actualmente?

Nosotros tenemos más de 150 proyectos en el mundo.

¿Y cuántas personas se benefician de estos proyectos?

En estos momentos, como 1 millón y medio… (pero) lo que a mí me interesa es que la gente lo haga. Para el (proyecto del) café, ya tenemos más de 40 empresas solamente en esta área. La conversión, por ejemplo, de los vasos de vidrio, de las botellas de vidrio en una espuma de vidrio que es un material de construcción, de éste ya tenemos cuatro fábricas. De los detergentes de las cáscaras de naranja en Brasil, ya hay ocho fábricas. La primera fue lograda el año pasado en México. Es decir, que esto la gente ya está haciéndolo.

Pauli participó en 1992 de la primera cumbre internacional sobre el medioambiente que organizó la ONU. Ahora considera que los acuerdos que se alcanzan en este tipo de cumbres, como la de Río +20 que se celebró hace una semana, están muy lejos de la realidad de las comunidades y de crear verdaderos cambios a nivel global.

En Río +20, no se habló sobre la economía azul. ¿Qué opinión tiene sobre esto?

Río+20 para mí fue Río menos 20. Dimos pasos para atrás. Por lo menos, en el año 1992 había gran entusiasmo, hoy hay un ambiente de frustrados, de ‘sí tenemos una declaración’, pero todo el mundo sabe que la declaración no vale nada, no tiene dientes, no puede implementar… Por eso, no lo pensemos, por eso hagamos más proyectos chiquitos pero miles y miles de proyectos chiquitos en el mundo entero. Pero tu producción competitiva, y así tumbamos ese modelo de negocio (que favorece los productos más baratos sin tomar en cuenta su calidad y su impacto social) que nos impone la globalización.

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