Educación y burocracia

Por décadas, la administración del Departamento de Educación ha atesorado más la burocracia del sistema educativo que la calidad de la enseñanza brindada a la juventud puertorriqueña. Aunque el secretario de turno aseguraba que las escuelas estarían listas para iniciar clases en agosto, el tiempo ha demostrado que al mes del inicio, demasiadas escuelas estaban sucias, sin materiales, sin director escolar y faltaban maestros a través de toda la isla. Lo espantoso es que esta pesadilla aún sigue.

El sentido común grita que cuando los resultados esperados no se están logrando, el secretario en este caso, debe sentir preocupación, seguida por un análisis exhaustivo de la problemática, la planificación y la eventual implementación de los debidos ajustes. Aunque tome tiempo, cada inicio de clase deberá ser mejor.

En cambio, el sistema público puertorriqueño lleva largas décadas iniciando clases en agosto con los mismos problemas y deficiencias de años anteriores. Parece que libros de texto en almacenes, en vez de en los salones, escuelas sucias y peligrosas para la salud de todos y estudiantes de educación especial sin los servicios que por ley tienen derecho a recibir, no les quita el sueño a los administradores del Departamento de Educación.

Desgraciadamente, la dejadez y el desánimo se han apoderado de los empleados de Educación al no verse mejoría. El resultado lo vemos hoy en un proceso de enseñanza y aprendizaje deteriorado al punto de que el aprovechamiento académico general del estudiantado en la mayoría de las escuelas es deficiente.

Urge que el Comité del Plan Decenal tenga como prioridad eliminar la monumental burocracia académica y administrativa existente para que pueda fluir efectivamente el proceso de enseñanza y aprendizaje. Nuestra sociedad adulta es hoy y será mañana el reflejo de la calidad de la educación pública brindada a nuestra juventud. Laboremos diligentemente, sin politiquería, pues nos queda poco tiempo como país civilizado.

Por: Diana Rodríguez Vega

Publicado en El Nuevo Día el 22 de octubre de 2013