Más allá de la familia nuclear

Jorge Duany, Catedrático de Antropología.

¿Sabía alguien que una minoría de los hogares puertorriqueños está constituida por parejas casadas con hijos? Según el censo del 2010, apenas el 18.2% de los hogares en la Isla pertenece a esa categoría. El resto son hogares no compuestos por familias (un 26.9%), parejas casadas sin hijos (un 26.8%), hogares encabezados por mujeres sin marido presente (un 22.6%) y hogares encabezados por hombres sin esposa presente (un 5.5%).

Estas cifras oficiales sugieren la gran diversidad de arreglos familiares que experimentan actualmente los puertorriqueños. También reflejan las profundas transformaciones demográficas y sociales de la población boricua desde la década de 1940, como resultado de la industrialización, la urbanización y la migración.

Sin embargo, el discurso dominante sigue privilegiando a la familia nuclear –formada por una pareja casada con sus hijos– como el ideal al que todos debemos aspirar. Esa variante es cada vez más difícil de sostener como prototipo de la sociedad puertorriqueña, por varias razones, entre las que destacaré cuatro.

Para empezar, la tasa de natalidad en Puerto Rico descendió a 11.3 nacimientos vivos por cada 1,000 personas en el 2010. Este dato se traduce en un promedio de 1.6 hijos por mujer, cifra por debajo del nivel de reemplazo de la población. Asimismo, el promedio de personas por hogar se redujo de 5.07 en 1950 a 2.68 en el 2010. Las familias puertorriqueñas del presente son mucho más pequeñas que en el pasado y muchas no tienen hijos menores de edad.

En segundo lugar, el envejecimiento progresivo de la población tiene numerosas repercusiones para las familias boricuas. Puerto Rico es un país con cada vez menos niños y cada vez más viejos. Para el 2010, el 14.6% de los puertorriqueños tenía 65 años o más. Se proyecta que el crecimiento de la población de edad avanzada se acentuará en las próximas décadas. El continuo éxodo de personas jóvenes hacia Estados Unidos reforzará dicha tendencia.

En tercer lugar, la tasa de divorcios aumentó de 2.8 por cada 1,000 personas en 1940 a 4.6 en el 2010. Éste es uno de varios factores que promovieron el alza de las familias encabezadas por mujeres, quienes usualmente se quedan a cargo de sus hijos menores. Según el censo, la proporción de jefas de hogar en Puerto Rico prácticamente se triplicó de 15.9% en 1970 a 45.3% en el 2010.

Por último, la emigración masiva ha propiciado el desarrollo de “familias transnacionales”, con sus lazos de parentesco extendido entre la Isla y el continente norteamericano. Es ampliamente conocido que la mayoría (el 55.4%) de las personas de origen puertorriqueño reside actualmente fuera de la Isla. Menos difundido es que una creciente porción de la población boricua se mueve entre múltiples hogares, tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos. Estos hogares se caracterizan por vínculos emocionales estrechos que se nutren de visitas periódicas, llamadas telefónicas y otras formas de comunicación a distancia.

El complejo cuadro de las familias puertorriqueñas contemporáneas que surge de las estadísticas censales y vitales dista mucho de las expectativas planteadas en gran parte de la discusión pública sobre el tema. La reducción en la proporción de familias nucleares y el auge de las jefas de hogar y las familias compuestas –causadas por la monogamia serial, al casarse nuevamente las personas con hijos de matrimonios anteriores– son sólo tres de los fenómenos más evidentes.

Menos entendidas son la ampliación social (aunque todavía no legal) del concepto del matrimonio para incluir a parejas del mismo sexo, la aparición de nuevas formas de paternidad y maternidad y la reconfiguración de los patrones tradicionales de crianza infantil, donde desempeñan un papel clave los abuelos.

Los cambios drásticos en el tamaño, composición y estructura de las familias boricuas requieren una revisión correspondiente de las normas sociales y jurídicas vigentes.

Por: Jorge Duany, Catedrático de Antropología

Publiciado en El Nuevo Día el 10 de abril de 2013