UN PLAN EDUCATIVO PARA EL DESARROLLO

a formulación de un Plan Decenal de Educación para Puerto Rico es una estrategia fundamental para dotar a la juventud puertorriqueña de las destrezas y la educación de excelencia de las que penden nuestra calidad de vida y la sustentabilidad de nuestro desarrollo económico. Con la idea de producir un plan de largo alcance, surgida de una discusión de ciudadanos en un Diálogo Transectorial de Educación auspiciado por Agenda Ciudadana, (2010), se busca iniciar una transformación dramática del panorama de la educación en Puerto Rico mediante un modelo que emerja del insumo y el consenso de todos los sectores políticos y sociales.

Una de las metas en este gran esfuerzo es lograr la formulación de estrategias transformadoras de la educación que estén guiadas únicamente por criterios pedagógicos, docentes y sociales.

La gran aspiración es que estas propuestas reenfoquen los objetivos de la educación pública para que ésta vuelva a ser un instrumento directo de igualdad, justicia y desarrollo amparados en el principio de la liberación del Departamento de Educación del descarno de los vaivenes político-partidistas que tiene a esta agencia rehén de gobernantes de turno.

Tiene gran valor el hecho de que el plan a diez años de duración estará anclado en la participación de la ciudadanía y en que el producto final recogerá las aspiraciones del pueblo sobre el quehacer educativo del País de cara a los desafíos que enfrentamos colectivamente.

Esto es especialmente importante porque se trata del primer gran esfuerzo para detener el declive de la oferta educativa que discutimos como país en casi tres décadas, desde que el entonces gobernador Rafael Hernández Colón creó en 1985 una Comisión Conjunta de Reforma Educativa, que culminó en 1990 con la aprobación de un abarcador plan quincenal de reforma educativa.

Esa reforma, como la que se aspira producir hoy, contó con el testimonio y las recomendaciones de cientos de estudiantes, maestros, padres, directores de escuelas, superintendentes y funcionarios de Educación, exsecretarios, profesores universitarios, ciudadanos privados, representantes de organizaciones magisteriales, representantes del sector laboral, de las escuelas y universidades privadas, de organizaciones cívicas, religiosas y profesionales.

Al cabo de cinco años de trabajo, el proceso de consulta fue tan amplio, y tan diligente la búsqueda de consenso, que cuando llegó el momento de someter a votación el proyecto de reforma ni un solo legislador votó en contra; ni uno solo se abstuvo.

Aún así, aquella gran reforma cuyos resultados debimos haber visto culminados en el 2005 fue eliminada de un plumazo por una nueva administración en 1993 por el mero hecho de que se trataba de un plan aprobado por su antecesora, aún cuando contaba con el aval de su partido.

Este recuento dramatiza un asunto medular en los trabajos del Plan Decenal y en cualquier esfuerzo de reforma educativa que se emprenda: la búsqueda de mecanismos para garantizar la supervivencia de los cambios y la nueva política pública educativa que el Estado adopte.

La erradicación del ciclo destructivo del desquite en nuestra cultura política que se expresa en la eliminación de buenos proyectos por el hecho de que el proceso y la base estatutaria para los mismos nacieron al amparo de una administración en particular es esencial para garantizar que se puedan implementar de manera continua y recurrente las aspiraciones educativas que, eventualmente, formule el amplio proceso de participación que hoy encamina la Fundación Agenda Ciudadana.

Publicado en: Editorial de El Nuevo Día