Semilleros de concordia

El sistema educativo en Puerto Rico parece estar a años luz de educar para la paz, según dos educadoras que llevan años sembrándola desde las aulas y que, sin embargo, no creen que todo esté perdido.

Currículos centrados en resultados, más que en el desarrollo integral y el proceso de aprendizaje; maestros que imponen el saber, a veces en un tono subido de voz, y salones que impiden la interacción visual y social entre los alumnos, no abonan mucho al aprendizaje armonioso.

“Puerto Rico está muy lejos de educar para la paz en las aulas, y no digo que no haya maestros que están haciendo maravillas, pero la metodología oficial que se está utilizando violenta a los estudiantes y no conduce a la paz”, expresa Ana María García Blanco, directora fundadora del Instituto Nueva Escuela para Puerto Rico (INE).

Yma Ríos, maestra con más de 30 años de experiencia en el método Montessori, coincide en que “aún está lejos” la meta de educar para la paz a través del complejo Departamento de Educación, pero está convencida de que “la esperanza para transformar el sistema (educativo) está en los niños, los maestros y la comunidad”.

Educar para la paz es sembrar en la persona, desde su niñez, las herramientas de vida que lo lleven al orden personal y, por ende, a querer transformar en un lugar de paz el espacio donde vive. Ello se logra mediante el respeto a su desarrollo natural en cada etapa de la vida, la promoción de la autodisciplina y la autodirección en lugar del control o el castigo, y la práctica, desde prescolar, del diálogo y la participación en las decisiones que le afectan, coinciden las educadoras.

Esa, empero, no parece ser la meta del sistema educativo de la Isla.

“Hay montones de escuelas donde el cuadro es una maestra frente a un grupo alzando la voz para controlar (a los alumnos). El currículo oficial está centrado en el control de un adulto y no en la autodisciplina, que es vital para combatir la situación de violencia que hay en Puerto Rico”, manifiesta García Blanco.

Para Ríos, ex directora del INE -que trabaja en la multiplicación del modelo educativo Montessoriano en al menos 25 planteles públicos de la Isla-, la educación para la paz se impulsa, sobre todo, con el ejemplo. “Si quiero que el estudiante se desarrolle como un niño amable y respetuoso, un niño que no grite en el salón, el modelaje empieza conmigo. Yo soy el modelaje de la paz en todos mis actos, dentro y fuera del salón”, afirma.

Ríos aclara que no se trata de modelar la paz como ausencia de conflicto, sino como una forma de reconocer los problemas y solucionarlos para el bien común.

La Nueva Escuela Juan Ponce de León en Guaynabo, el primer plantel público que tuvo como proyecto educativo el modelo Montessori, es un ejemplo de la educación que se visualiza como preparación para la vida y, por ende, para la paz, según García Blanco, quien fue su directora por más de 20 años. Allí los padres y la comunidad, y no solo los maestros, trabajan en equipo con la naturaleza del niño y las tendencias que surgen en cada una de sus etapas, para atender y desarrollar de manera integral su inteligencia, sentimientos y su carácter.

Los salones, que allí se llaman ambientes y tienen mesas de trabajo en lugar de filas de sillas que miran hacia una pizarra, integran estudiantes de diferentes grados. No hay periodos de clases de 50 minutos, sino que los alumnos trabajan individualmente o en grupos pequeños con una agenda de trabajo que siguen a su ritmo.

Cada día, el niño escoge con qué material de estudios quiere trabajar. Cuando surge algún conflicto, se reúnen en asamblea de paz y entre todos aportan soluciones.

Desde su reapertura en 1990 como escuela Montessoriana, el 40% de deserción escolar que existía en la comunidad se redujo a cero.

Quizá porque cada salón de esa escuela es un semillero de concordia donde los estudiantes practican los valores que se aspiran para toda la sociedad: la solución de conflictos mediante el diálogo, el respeto a la diversidad, la solidaridad sin exclusión, entre muchos otros.

Por eso, García Blanco no duda en que, “igual que aprendes geometría, la paz también se puede practicar a través de un ambiente preparado que se rija por valores óptimos como el orden, el respeto, la solidaridad. En los salones de clase se puede construir una experiencia concreta donde todos los días los estudiantes practiquen la paz”.

Por Lilliam Irizarry